Los domingos y las películas de sobremesa

¿Hay algo más patético que las películas de sobremesa? Esas que empiezan después de las noticias, que casualmente casi todas son basadas en hechos reales. Lo primero que nos llama la atención son los títulos, horriblemente mal traducidos. Si su título original es “Murder in the dark” (por poner un ejemplo), la pueden traducir perfectamente como “La escalera de caracol”, que te quedas pensando… ¿quién hace esto? ¿es un robot?, ¿un mono oligofrénico? Nadie lo sabe.

Después está la trama. La historia es siempre la misma: asesinatos, infidelidades, herencias, secuestros, excursiones que terminan en tragedia… Si tiene un poco de todo, mucho mejor. Luego están esas que van sobre niños intercambiados en el hospital al nacer cuyos padres se enteran cuando los críos ya tienen 11 o 12 años, y después de demandar al hospital, se encuentran en la tesitura de si cambiar a los hijos o no. Pero claro, los padres ya tienen una vida entera con los chiquillos y se han tragado un montón de partidos de béisbol, y al final no los cambian.

Por muy absurda que sea la trama, lo que suele ocurrir muchas veces es que llega un momento de la película, justo ese en el que estás con los ojos entornados a punto de entrar en el sueño más profundo y confortable de tu vida, en el que pasa algo que te pone en tensión y te ves obligado a abrir un ojo, (sólo para ver lo que pasa), y sigues con el ojo cerrado mientras el asesino está aparcando el coche enfrente del porche (siempre hay un porche con puertas de madera blanca medio esportilladas, con una mosquitera llena de mierda) para entrar a la guarida donde tiene secuestrada a la joven a la que va a matar, que está a punto de liberarse de las cuerdas pero es más torpe que Eduardo Manostijeras con una pandereta y tú lo pasas mal de ver que la van a matar por lo pava y gansurrona que es. Además, la música de tensión y drama que le ponen a esas escenas está pensada para que ponga en alerta todas tus neuronas – las pocas que puedas tener funcionando cuando estás medio durmiendo, medio despierto – aunque también puede pasar que estés sufriendo una de las mayores resacas de tu vida – un domingo por la tarde puede pasar, perfectamente – y no abras los ojos en ningún momento, aunque esté sonando la Cabalgata de las Valkirias a toda ostia o un camión se estampe contra tu casa.

Nadie te dirá que le gusten esas películas, pero paradójicamente, todo el mundo tiene puesto ese canal, porque un domingo por la tarde sin una película de sobremesa no es un domingo. Llamadme costumbrista, pero para mi, el último día de la semana tiene que ser de paella en casa con la familia, siesta y película de sobremesa, esas que sabes perfectamente cómo acaban y que probablemente nadie ve, porque todos nos quedamos durmiendo en algún momento de la película. Porque te relajan. Te sientes bien escuchando de fondo esas historias aburridas que nunca ganaron ningún Oscar, porque son la banda sonora oficial de las siestas en invierno, esas con frío y manta. Y si le añadimos el sonido de la lluvia de fondo, como hoy, eso ya es otro nivel. El domingo es el día oficial de la nostalgia, del apotronamiento universal, y las películas de sobremesa probablemente contribuyan a hacerlo más tedioso y aburrido pero aún así, saben a sofá y huelen a manta, a familia, a siesta, a casa.

Un comentario en “Los domingos y las películas de sobremesa

  1. Creo que esos domingos pueden complementarse con algún documental de la dos, en plan «las grandes llanuras» o alguna de leones jajajajajaj Me gusta tu post. Gracias por hacerme reir tanto :*

    Un abrazo.

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