Tequila, sin destilar.

«Las cosas más importantes son siempre las más difíciles de contar. Son cosas de las que uno se avergüenza, porque las palabras las degradan. Al formular de manera verbal algo que mentalmente nos parecía ilimitado, lo reducimos a tamaño natural. Claro que eso no es todo, ¿verdad? Todo aquello que consideramos más importante está siempre demasiado cerca de nuestros sentimientos y deseos más recónditos, como marcas hacia un tesoro que los enemigos ansiaran robarnos. Y a veces hacemos revelaciones de este tipo y nos encontramos con la mirada extrañada de la gente que no entiende en absoluto lo que hemos contado, ni porqué nos puede parecer tan importante como para que casi se nos quiebre la voz al contarlo. Creo que eso es precisamente lo peor. Que el secreto lo siga siendo, no por falta de un narrador, sino por falta de un oyente comprensivo». 

Leyendo estas líneas ninguno pensaría que están sacadas de un libro de Stephen King que va de un grupos de críos en búsqueda de un cadáver, pero bueno es Stephen King, ¿qué esperábais, una novela rosa?

Pero sí que es cierto que cuando las leí, no pensé en la trama del libro. Pensé en la trama de mi vida. Y seguramente vosotros también habréis pensado en alguna situación de vuestra vida, algún secreto «inconfesable» que guardáis en lo más hondo de vuestro ser y disfrazáis con el silencio más profundo. No me refiero a secretos del tipo «sí, yo fui la que atascó el váter de la peña aquel año!» ni «sí, yo fui la que rayó el espejo porque se me fue la cabeza y lo limpié con un estropajo!». Vosotros me entendéis.

Estoy segura que después de leer esas líneas y haberos sentido violados literariamente, habréis intentado recordar las veces que habéis intentado desprenderos de esos secretos, contándolos. Aunque seguramente, la mayoría de esos secretos siguen viviendo dentro de vosotros. Porque cuando se cuentan, mueren. Cuando confiesas algo, le quitas el alcohol. Lo destilas. Deja de ser tan importante. La nube utópica que había dentro de tu cabeza se desinfla a medida que va saliendo de tu boca y te das cuenta que lo estás condenando a morir. A pesar de que has leído decenas, ¡cientos! de libros y se supone que tienes un vocabulario prolífico y variado, no puedes explicar con palabras lo que guardas dentro de ti. Es imposible.

Por eso a veces es mejor callar y seguir muriendo de gozo en cada aliento. Gritar con los ojos y ahogarte en silencio. Que sólo tú sepas el porqué de tus sonrisas.Que siga siendo tequila, sin destilar.

Deja un comentario